Quien me conoce podría decir que soy de todo menos dogmático, que me muevo en esa fina línea que existe entre el desorden y la indigencia, pero aún así creo que hay algunas cosas cuyo debate es poco menos que estéril. Conocer el trabajo de Maltête si quieres hacer un buen trabajo fotográfico es una de ellas.
Puede gustarnos o no su trabajo, podemos entenderlo, amarlo u odiarlo pero su forma de interpretar y contar la realidad puede servirnos como fuente de inspiración, ya sea para influir en nuestro trabajo o para que nos alejemos de su estilo.
En un momento en el que el humor es criminalizado, la censura se ha instalado cómodamente en el salón de casa y está de moda ser mediocre, hay que romper los estereotipos y empezar por el final. Por eso, tanto si estás empezando en fotografía como si tienes una crisis creativa, el trabajo del fotógrafo francés puede ser de gran ayuda.
Lo cotidiano rara vez nos sorprende, ¡cuántas veces no habremos salido a la calle con la cámara cargada y hemos vuelto sin una sola foto!, y la explicación que nos sale casi de manera automática es que «aquí no pasa nada», da igual dónde sea.
Pero el trabajo de Maltête demuestra que no se trata de suerte, sino de ingenio, de saber adelantarse a la foto, de sacrificar «lo bonito por lo bueno», incluso si me apuran hay que saber sacrificar «lo bueno por lo necesario o por lo que quiero contar».
Su trabajo no es fotoperiodismo y, por lo tanto, puede permitirse ciertas licencias, como las de realizar puestas en escena para conseguir la foto. Además de fotógrafo también era humorista, y su trabajo es una mezcla de las dos pasiones que da como resultado un genial humor surrealista y absurdo. “Nada es más necesario que el humor porque nos evita tener que sufrir con las cosas, dada nuestra impotencia individual y a tener que modificarlas”
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Last modified: 6 julio, 2017